jueves, 15 de marzo de 2018

El cuarto de baño


Consideró que la música se escuchaba muy fuerte, su vista comenzó a nublarse, sus parpados se volvieron pesados, sentía la boca seca y dio otro sorbo a su bebida. Dejó el vaso de vidrio vacío, a excepción de los hielos, y fue al baño a orinar.
   Del otro lado de la sala estaba Carolina junto con Abril riendo.
   -¿Si se lo diste? –preguntó Abril.
   -Sí, le puse dos sobres.
   Sacó otro sobre de polvo grisáceo que al contacto con la cerveza se volvía incolora y carecía de sabor. Se trataba de una nueva droga en el mercado, cada bolsita no era costosa, ya que trataba de hacerse de clientes. Carolina había visto como las personas se volvían locas mientras la droga mantenía sus efectos en el cuerpo, volviéndolas bufones. Por lo que quiso hacerle una pequeña broma a David.
   -Ahorita que salga comienzas a grabarlo. –le dijo Carolina a Abril, consiente que la droga comenzaba a hacer efecto, y rieron juntas.

   David orinó con normalidad, cuando terminó la taza del baño estaba más cerca de su rostro, de pronto se encontraba a kilómetros de distancia. Decidió que fue suficiente alcohol por esa noche.
   Pensó en Berenice, que se encontraba tan bien en la fiesta. Se ve hermosa, pensó, si tan solo supiera bailar podría tomar su mano y bailar con ella, pero carecía de ese talento. Subió la bragueta del pantalón, se apoyó contra la pared, sudaba y el cuarto de baño le daba vueltas, sentía la anatomía de su cabeza extraña y deforme. Se acercó al lavabo arrastrando los pies porque sentía que si despegaba un solo píe del suelo caería y sería incapaz de levantarse.
   Abrió la llave y el agua no cayó. Era extraño, hace una hora que había visitado el cuarto de baño y el agua corría perfectamente. Se encogió los hombros y se dispuso a salir; pero había algo raro que no había notado desde un principio.
   Regresó al lavabo, no veía su reflejo en el espejo colgado de la pared, su vista era borrosa, pero aun así debería de revelar una silueta, la cual no estaba. Lentamente acercó el dedo índice de su mano derecha al espejo, sintió el cristal frío, pero no había reflejo.
   Qué pasaba ahí, era algo extraño y desconcertante.
   Se volvió a encoger de hombros, giró el pomo de la puerta, pero está no se abrió.
   -¿Ahora qué?
   Forcejeó con la puerta, no se abría. Escuchaba del otro lado la música a todo volumen, sería totalmente inútil gritar para pedir ayuda, además de ser vergonzoso. ¿Qué pensaría Berenice? ¿Qué estaba tan borracho que era incapaz de abrir una puerta? No
   Lo menos que necesitaba era quedar al ridículo frente a Berenice. Volvió a forcejear con la puerta, pero está seguía sin ceder, ni él mismo podía creer que no pudiera abrir una tonta puerta.
   Se dio media vuelta, incapaz de pensar con claridad las cosas. La droga estaba haciendo su trabajo en el organismo de David.
   Vio la pequeña ventana sobre el wáter, era rectangular y lo suficientemente alta para que su cuerpo pasará a través de ella. No tenía otra opción, según su limitada capacidad para razonar en esos momentos.
   Fue tambaleándose hacía el wáter, no alcanzaba la ventana. Se subió a la taza, apoyó una rodilla contra la pared y alcanzó el filo de la ventana, hizo fuerza y un esfuerzo increíble por levantar su cuerpo, a travesó su cabeza, lo estaba logrando. Luego buscaría a Héctor para explicarle que la puerta jamás se abrió, y ya no quedaría en ridículo frente a Berenice.
   La mitad de su cuerpo estaba del otro lado, claro que no calculo bien el movimiento, caería directamente de cabeza, pero no lo pensó, lo que quería era librarse del cuarto de baño.
   Cayó de cara al suelo, este olía a cloro, jabón, y bajo esos aromas persistía el olor a orina. Cerró los ojos con fuerza, su pecho le dolía gracias al impacto, le costaba respirar. Si pudiera podría quedarse ahí acostado una eternidad.
   Lentamente se incorporó, los azulejos azules reflejaban la luz fluorescente de la lámpara, vio el lavabo y se acercó para lavarse el rostro, abrió la llave y el agua no corrió.
   Que extraño, pensó. Hace una hora sí había agua. Cerró la llave, se acercó a la puerta y giró el pomo, pero la puerta no se abrió.
   -Maldita sea. –dijo.
   Forcejeó con la puerta, pero no cedió. Dio media vuelta y su vista se topó con la ventana sobre el wáter. ¿Podré pasar a través de ella? Se preguntó.
   -Ya lo has hecho, imbécil. –dijo una voz.
   -¿Cuándo lo hice? –preguntó confundido.
   -¿No lo recuerdas? Me das asco. ¿Qué pensará Berenice cuando se enteré que no puedes ni recordar que hiciste hace un minuto?
   -¿Quién eres?
   El cuarto de baño era pequeño, por lo que no podía estar alguien escondido. Pensó que eran alucinaciones suyas debido al alcohol en su cuerpo.
   -¿Lo ves? Me das asco, -insistió la voz-, empezaste a tomar como idiota para poder hablar con ella, y ni eso pudiste hacer bien. Pobre infeliz.
   -¿Tú qué sabes? Verás, ahora que salga iré directamente hacía ella y la invitare a salir, es más: ¡Le pediré que sea mi esposa! –rio. 
   La voz lanzó unas alegres carcajadas.   
   -Eso si logras salir de aquí.
   -Acepto el reto. –dijo.
   Fue hacía el wáter, se subió en él, apoyó una rodilla contra la pared alcanzando el filo de la ventana, se levantó en el aire, cruzó la cabeza, luego los hombros, y cayó de cara contra el suelo, justo del otro lado.
   Volvió a percibir el aroma de cloro, jabón y orina. Se incorporó, en medio de las carcajadas de la voz que se burlaba de él.
   -Me das asco. Eso ya lo habías intentado.
   Volvió a orinar, su cuerpo le dolía, le faltaba el aire y sus ojos le lagrimeaban.
   -¿Qué sugieres que haga?
   -Para empezar, quiero que te des cuenta de la situación que estas.
   -¿Y cuál es esa?
   -Que no podrás salir nunca.
   -¡Ya cállate! Solo eres una puta voz en mi cabeza.
   Buscó en los bolsillos de su pantalón, sacó su celular, buscó el número de Héctor y llamó. El teléfono timbró un par de veces antes que una voz femenina y computarizada le explicará que el otro número estaba fuera del área de servicio.
   La voz volvió a reírse de David.
   -¿Qué pasa? ¿Tu amigo no está disponible? –y volvió a reírse.
   -Comienzas a ser un maldito fastidio. Es tan fácil como esperar a que venga alguien y abra la puerta desde fuera.
   -Y quedar como un imbécil.
   -¿A ti qué te importa mi reputación? Solo eres una voz que me molesta.
   -Yo soy un reflejo de lo que eres, soy la verdad que siempre esperas oír, pero nadie se atreve a decir. Yo soy tú.

   Uno de los muchos invitados de la fiesta le surgió la emergencia por ir a vaciar el deposito, se escabulló entre los invitados que bailaban al centro de la sala, llegó al baño y tocó la puerta, nadie contestó; giró el pomo y la puerta no se abrió, volvió a tocar, pero no hubo respuesta. Acercó su oído a la puerta, escuchó como unas personas hablaban, quizá peleaban. No. Están teniendo sexo, pensó. Dibujó una sonrisa en su rostro y se fue feliz, como si fuera él el afortunado, y se marchó al baño del piso de arriba.

   -¿Por qué no le hablas a Berenice? Igual y ella puede abrir la puerta del baño, ya que las de su corazón están cerradas con llave.
   -Deja de burlarte, igual no tengo su número.
   -Solo te engañas a ti mismo.
   -Silencio. Creo que alguien tocó a la puerta.
   -Estás alucinando. Nadie ha venido.
   -Sí, lo he escuchado.
   Corrió a la puerta, tocó con el puño con fuerza mientras con la otra mano intentaba girar el picaporte, pedía ayuda, y explicaba a gritos que la puerta yacía trabada.
   Pero la persona del otro lado ya se había marchado. Comenzó a entrar en desesperación, corrió de vuelta al wáter y a trepar hacía la ventana, atravesándola y cayendo de nuevo al suelo.
   Volvió a levantarse e intentar de nuevo la operación una y otra vez.
   -Estas perdido. –dijo la voz y ya no volvió a decir nada.
   Estaba en lo cierto.
   Le faltaba el aire debido a la serie de golpes contra el suelo, David estaba de acuerdo con la voz que enmudeció: estaba perdido.
   ¿Por qué me pasa esto a mí? Pensó. Solo había deseado pasar una noche agradable, quizá y si se armaba de valor podía pedirle a Berenice que fuera su novia. Ahora estaba encerrado en el cuarto de baño de un amigo, sin saber qué hacer debido a la droga que había ingerido y de la cual David ni siquiera conocía su existencia.
   Sacó de nuevo su celular, se sentía peor, sentía que estaba a punto de desmayarse.
   Buscó en sus contactos el número de Berenice, lo encontró y llamó, del otro lado sonó la música y la voz de Berenice.
   -¿Berenice? Soy David, solo quería decirte que eres la mejor que he conocido, y que es inevitable enamorarse de ti. Quizá en otra vida te puedas enamorar de mí.

   Del otro lado de la línea Berenice, a la mitad de la fiesta, solo escuchaba el sonido de estática, y una voz muy, muy lejana que intentaba decirle algo.
   -¿Bueno? ¿Bueno? –repetía ella. Miro la pantalla de su celular, el número era desconocido. Si era algo importante quizá podría llamar después, pensó, y colgó.

   David se daba de topes en la pared, había logrado reunir el coraje necesario para decirle a Berenice que la amaba, y ella ni lo escuchó. Maldita sea, pensó. 
   Le estaba costando trabajo respirar, su visión había desaparecido, quería gritar, pero no lo lograba, sintió que algo regresaba de su estómago; algo amargo, frío, espeso. Se dejó cobijar por la oscuridad que invadió el cuarto de baño, con el celular en la mano y el contacto de Berenice listo para llamar.

   La ambulancia llegó demasiado tarde, sacaron en una camilla el cuerpo de David, que había muerto de una sobredosis de una extraña droga en el mercado.
   Carolina volteó a ver a Abril a fuera de la casa de Héctor, mientras miraban como se llevaban el cuerpo de David, se llevó el dedo índice a los labios, Abril lo entendió en ese instante. Ese gesto significaba: Ni una palabra a nadie.
   No era la primera vez que Carolina hacía ese gesto. Y se marcharon de la fiesta.  
      
 

    

 
    
    
  










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