We can save this ill-fated race
Who are lost in the ocean of space
Show them the way to reverse their decline
Guide them back on the river of time
-River of Time. 01011001
In memoriam D. H. Lawrence
Fue un destello de genialidad e inspiración los que hicieron que Jesús sonriera y echara a correr
de vuelta a casa.
Para ese entonces era un muchacho estudiante de 18 años, cuya única preocupación era la
escuela. Llegó a casa, arrojó la mochila y anotó los pasos a seguir en un elaborado plan de
investigación. Su caligrafía era nerviosa y poco legible, pero para él era suficiente. Estaba
totalmente convencido de que tenía las bases para completar los viajes en el tiempo.
En un segundo se imaginó a sí mismo explorando la época precolombina, las batallas médicas, y
cada uno de los sucesos más importantes en la historia. Pero, ¿aquello no desafiaba las leyes de
Dios? Creyó que no, al contrario: había sido Dios quien le había mandado aquella inspiración
desde su trono celestial. Y al ser un mandato divino debía obedecerlo.
Lo primero a lo que se dedicó fue a descifrar los secretos de la formula E=MC2. Le siguió la teoría
del todo, y así, continuó la búsqueda tras las verdades de los viajes en el tiempo.
Pasaron los años, en veces pausaba su búsqueda, solo para retomarla con ímpetu y entusiasmo.
El tiempo pasó, y gradualmente dejó de ser un joven estudiante, convirtiéndose en un respetado
profesor de universidad, considerado por muchos un genio, por otros un loco, ya que decían que
solo la locura podía concebir tales ideas como las que el profesor seguía. En cierta ocasión se le
ocurrió decirle al alumnado que los viajes en el tiempo eran reales debido a entidades superiores
que manejan las manecillas del reloj.
Llegó el punto en el que las manecillas, indemnes, siguieron su curso dejando a un profesor
frustrado y viejo. Al jubilarse se dedicó de lleno a la búsqueda de los viajes en el tiempo. Rara vez
comía, dormía muy poco y no salía de su estudio salvo para lo absolutamente necesario.
En un enorme pizarrón anotaba sus avances y teorías, hasta que, casi por accidente, escribiendo
en la pizarra se percató de que lo había logrado, tenía ante sí las respuestas. Y una sonrisa llenó su
rostro cansado y lleno de arrugas.
Preparó todo para su primer viaje, pero ¿a dónde iría? Ya era viejo, le dolían las articulaciones al
hacer ciertos movimientos, incluso sentarse resultaba una tortura. Después de un momento de
reflexión lo decidió, anotó toda la investigación de su vida en una pequeña libreta, resumida y
concisa. Viajaría al pasado para encontrarse consigo mismo, y así, joven, viajaría por los oleajes del
tiempo.
Acto seguido se dejó tragar por el río que suponía el tiempo en reversa, era arrastrado con
brutalidad, sintió la vida en cada una de sus células, y de la nada lo envolvió una espesa capa de
sabiduría, sintió que nada tenía sentido y por momentos le pareció ver a una entidad que
observaba sus pasos, sintió su desprecio, su malestar, sintió el terrible malestar de estar vivo en un
bucle impío, casi profano.
Y arribó en el pasado.
En la misma calle, la hora correcta, la fecha correcta; y a la lejanía un joven Jesús acercándose a
su encuentro. Con el pesar de los años encima, corrió hasta donde su Yo más joven, pero un dolor
indescriptible le hizo detenerse en seco, sus entrañas le ardían, sus manos estaban rojas, sintió la
temperatura de su cuerpo elevarse a tal extremo que hubo una combustión espontánea en todo
su ser. Envuelto en llamas, corrió por la acera. La libreta, ¡la libreta! Las flamas la devoraron con
glorioso apetito. Las personas que estaban cerca lo vieron consumirse horrorizados, mientras el
profesor se preguntaba por qué, sin entender su herejía.
Estaban dos almas, la misma en realidad, de diferentes tiempos en un mismo lugar, sin permiso
de la inteligencia suprema, tal herejía recibiría el castigo máximo. Los que vieron al profesor
esfumarse, lo olvidaron al segundo, y continuaron con sus asuntos.
El sol se oscureció gracias a una nube que cruzaba el cielo, el viento sopló dándole de lleno en la
cara de un Jesús joven. Tenía una idea, una idea genial, corrió a su casa a anotarla.
Creía tener las bases para los viajes en el tiempo.
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